martes, 27 de abril de 2010

Un viaje de pesadilla

Era el 24 de diciembre de 2002; mis padres y yo estábamos cruzando el Atlántico en dirección a Dallas. Hicimos escala en Dallas para después volar a Chile (como nos habíamos ocupado demasiado tarde de los pasajes y toda la gente vuela en esa época para estar con sus familiares en Navidad, sólo quedaba ese vuelo). Teníamos 10 horas de escala así que no tuvimos ganas de quedarnos en el aeropuerto y queríamos ver un poco de la ciudad. Nunca antes había estado en los Estados Unidos y me impresionó la cantidad y el tamaño de las calles que estaban casi vacías porque era Nochebuena. Un taxi nos llevó al centro como en 20 minutos. La ciudad me pareció rara y como en un sueño: los edificios grandes con sus escaleras de emergencia parecían abandonados y sin vida. Fuimos a un restaurante, comimos algo bueno y repartimos algunos regalitos. Era otro tipo de Nvidad pero hasta ese punto no estaba tan mal.

A la vuelta, mi padre tuvo la gloriosa idea de tomar un autobús en vez de un taxi, porque el viaje en taxi había sido muy caro y todavía nos quedaban más de 2 horas para llegar al aeropuerto. Además todo el equipaje ya estaba en el avión así que solo teníamos que pasar por seguridad. Preguntamos a un chofer de bus como podíamos llegar al aeropuerto y nos dijo que subiéramos. Estuvimos en el autobús por algún tiempo dando vueltas por la ciudad. No teníamos ni idea de adónde nos llevaba y nos estábamos inquietando un poco. Pero todavía nos quedaba tiempo. Nos dejó en una avenida diciéndonos que aquí pasaba el autobús para el aeropuerto. Esperamos en la parada por media hora, pasaban muchos taxis pero ningún bus.... Cuando recién habíamos decidido que tomaríamos el próximo taxi que pasara, llegó el bus. ¿Por qué nos tuvimos que subir a ese maldito autobús...? Este vehículo también dio muchas vueltas por la ciudad oscura y abandonada y no sabíamos si estábamos siquiera cerca del aeropuerto. En un momento el chofer se estacionó y bajó a comprar algo - una coca cola o un sándwich - en un bar al lado del camino. Mi madre ya estaba toda nerviosa : "¡Tenemos que tomar un vuelo que sale en menos de una hora y usted se compra una Coca Cola!" El chofer dijo que ya ahora mismo llegaríamos al aeropuerto. La verdad era que llegamos al aeropuerto pero parecía ser otra terminal, (ya no sabíamos bien dónde estábamos, sólo que no era el lugar donde teníamos que tomar el avión.) Mi madre empezó a gritar y llorar y entonces llegó nuestro héroe: un negro grande y simpático que dijo: “Don't worry, madam. Relax. I will drive you to the airport." Y nos llevó en su pequeño bus a la terminal correcta. Yo tenía que ir al baño muuy urgente y sabía que no iba a aguantar hasta entrar en el avión. Pasamos directamente por seguridad - nos teníamos que sacar los cinturones, zapatos, etc. - y mientras revisaban a mi padre me fui corriendo al baño. Toda la gente ya estaba en el avión y yo sólo esperaba que anunciaran algo como "Los pasajeros Gerold H., Antonieta H. y Marion S.H., diríjanse inmediatamente a la puerta de embarque". No lo dijeron pero llegamos justo, pero justo a tiempo para entrar al avión y ocupar nuestros asientos (ya todos estaban listos y sentados). Estaba muy contenta cuando por fin aterrizamos en Santiago. Podría haber vivido muy bien sin esas últimas 24 horas.... Todavía no sé si de verdad pasaron.... o si todo fue un sueño...

Cuando un año más tarde volví de Chile a Alemania tenía que hacer la misma escala y no salí del aeropuerto de Dallas. Pero este vuelo también fue maldito. Todavía no tenía 18 años y el Gobierno chileno no me quería dejar salir del país sin el permiso de mis padres. Por suerte pude volver al día siguiente con el fax y la firma de mis padres y American Airlines me cambió el vuelo sin tener que pagar nada.

No hay comentarios:

Publicar un comentario